Con el cambio climático en pleno apogeo, este método de producción pretende reducir o eliminar los impactos de las actividades productivas sobre el planeta.
El concepto de economía baja en carbono es sencillo: se trata de desarrollar procesos productivos que generen el menor impacto posible sobre el medio ambiente, reduciendo o eliminando la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por la cadena de producción.
Con los debates sobre el cambio climático avanzando en todos los ámbitos, se convierte en una agenda importante ahora y para el futuro.
El reto para muchas empresas — como hemos mostrado en este artículo sobre el cambio climático — es conseguir implantar mecanismos más sostenibles en sus actividades. Se trata de conseguir que la organización sea capaz de reducir o incluso eliminar los gases que inciden en el calentamiento global.
En este sentido, existen algunas acciones comunes adoptadas por las empresas:
- Búsqueda de suministro de energía a partir de fuentes renovables (solar, eólica e hidráulica) para sustituir a los combustibles fósiles;
- Enfoque en la economía circular, especialmente a logística reversa;
- Inversión en investigación y desarrollo (I+D) centrada en la reutilización de residuos y un mejor uso de los insumos;
- Uso más sostenible de la tierra, incluidos planteamientos como la reforestación en zonas degradadas.
Por supuesto, el alcance de estas iniciativas depende del segmento en el que opere la empresa y su impacto en el medio ambiente.
Las empresas petroleras o mineras, por ejemplo, deben tener acciones más incisivas que un proveedor de software. Esto no significa, sin embargo, que las empresas cuya actividad genera menos impacto no deban preocuparse por el tema.
Incluso con la reducción de emisiones, la empresa seguirá emitiendo, a menor escala, algún gas de efecto invernadero. En este escenario, el camino es neutralizar el impacto compensando a la naturaleza. Iniciativas como Green Carbon permiten a las empresas compensar su huella.
Una ecuación compleja
Un levantamiento de la Agencia Internacional de Energía (IEA, en la sigla en inglés) afirma que harán falta grandes inversiones en el sector de las energías renovables para lograr una economía con bajas emisiones de carbono.
Es necesario que las fuentes de energía renovables se expandan más rápidamente de lo que ha venido ocurriendo. La participación de estos modos alcanzó el 29% en 2021, pero necesita superar el 60% en 2030. Para ello, la capacidad de producción anual debe crecer en torno al 12% anual en el periodo comprendido entre 2022 y 2030. El problema es: esta tasa es el doble de la expansión media entre 2019 y 2021.
Se trata de una ecuación compleja, ya que la energía es quizá el insumo más básico, y uno que será aún más preciado en el futuro. Las empresas dependen cada vez más de tecnologías como los macrodatos, la inteligencia artificial y el internet de las cosas, capaz de conectar entre sí diversos dispositivos. La adopción de estas innovaciones requiere el suministro de energía.
El desafío es complejo en la medida en que, además de mantenerse al día con las innovaciones tecnológicas y seguir siendo competitivos, es necesario planificar la recepción de energía de fuentes renovables y adecuada a la nueva realidad de la economía baja en carbono.
Brasil ofrece un escenario más tranquilo que el resto del mundo a este respecto, ya que cuenta con cerca del 50% de su matriz energética renovable.
La importancia de la compensación
En un escenario tan desafiante, uno de los puntos cruciales para muchas empresas, además de buscar mecanismos para reducir sus emisiones de gases, es la compensación de carbono por emisiones.
Empresas de todo el mundo han invertido en la medición y gestión de sus emisiones de gases de efecto invernadero. El llamado inventario de emisiones considera diversas fuentes presentes en el negocio de la empresa, como consumo de energía eléctrica, procesos industriales, equipos, vehículos, entre otros.
El cálculo se hace con el apoyo de consultoría especializada o utilizando una calculadora de mercado, como el GHG Protocol.
El valor identificado en el inventario se usa como referencia para las actividades de mitigación que puede adoptar la empresa. Una de las vías más aplicadas es la reforestación en zonas deforestadas o que hayan sufrido un proceso de degradación importante, conforme explicamos en este artículo.
En la mayoría de los casos, las empresas encuentran socios especializados en gestión forestal para comprar créditos de carbono o plantar árboles para compensar su actividad. Green Carbon es uno de estos socios. Es una greentech especializada en buenas prácticas de gestión de fauna y flora, con sello de certificación internacional del Consejo de Manejo Forestal (FSC, en sigla en inglés).
Al invertir en esta práctica, la empresa recibe también el Sello Carbono Cero, que acredita las medidas adoptadas por la empresa contratante para mitigar la producción de carbono.
Cuenta con el Green Carbon para conectar su empresa con el E del ESG.
